En el parque donde medito, últimamente hay montones de moscas. Nada más te sientes a meditar, como empiezan a acudir hacia ti. No sé como quien, pero en tales casos yo prefiero imaginar que soy trocito de una tarta muy rica y dulce. 🙂
Aun así, a la “tarta” tampoco le gusta, cuando las patitas tenasas y peludas de las moscas corren por tu cuerpo como si fuera su pista.
En fin, un día me harté de tal frivolidad “mosquera”. Ya me lo digan qué meditación es esta si continuamente debes agitar las manos, echando a los insectos de ti. Y entonces decidí probar el método que muestra este video.
1. Para empezar, cuando sentirás a una mosca aterrizar sobre ti, no precipites de echarla, sino diga para tus adentros: “Yo no soy mi cuerpo”. Y apártate mentalmente de las sensaciones. Sigues sintiéndolas, pero ya es como desde el lado.
2. El siguiente paso consiste en “escuchar” esta sensación que te producen las patitas al entrar en contacto con tu piel.
3. Cambia “la sensación que me producen las moscas, corriendo por mi cuerpo me hace cosquillas y me produce repeluz” por otro: por ejemplo, como soy muy práctica, lo cambié por “las moscas me hacen masaje”.
Y la verdad, después de este cambio, incluso me parece que las moscas se han vuelto menos pesadas y más alegres. Incluso más tiernos 🙂
Un poco de disfrute y te olvidas de las moscas. Ya que hagan lo que les da la gana, incluso que hagan una discoteca, pero sin mucho jaleo. 🙂
Una cosa curiosa: cuando dejas de “alimentarlas” con tu atención, entonces, ellas casi pierden cualquier interés por ti. 🙂 Y así se logra una meditación muy placentera, relajante, eficaz, o lo que busques tu de ella. 🙂
Lo que todavía no he logrado, es soportar que toquen mi cara y sobre todo la nariz. Aaaaa!!! Eso no! Sin embargo, hay otra cosa curiosa, le echas un par de veces con el modo “tradicional” – la mano, y ellas dejan tu cara en paz. 🙂 Al menos así lo hacen conmigo. 🙂