El hombre ha plantado un olivo y va y empieza a rezar: “Dios, ayuda a mi arbolito crecer, haz que llueva” Y Dios mando lluvia a la tierra.
Cuando el olivo se alimentó del agua y minerales de la tierra, el hombre siguió rezando: “Y ahora Dios, mi arbolito necesita calor. Mándale sol, te lo ruego”. Y Dios hizo que el sol calentaba el arbolito que seguía creciendo y el hombre seguía pidiendo:”Dios, mandale un poco de frio para mi arbol para que sus raices y ramas sean fuertes”. Un día el hombre ha despertado de una helada que de repente cayó en su región. Entonces salió corriendo al jardín y vio que su árbol se había muerto. Angustiado, fue el hombre a contar su pena a su vecino y al entrar a su jardín vió que su olivo estuvo bien fuerte y le daba mucha fruta.
“¿Cómo es que tu árbol se haya crecido tan bien y está tan fuerte y da tantas frutas?” – le preguntó nuestro hombre. “Verás, – dijo el vecino, – yo también estuve rezando, pero de otra forma. Todos somos criaturas de Dios, quien sabrá mejor que él, qué es lo que necesitamos nosotros. Simplemente le pedía que cuidara mi arbol de mejor forma que lo sabe hacer. Y es lo que él está haciendo”.
Muchas veces pedimos lo que creemos que necesitamos. Pero solo Dios, tu “Yo interior”, tu “yo verdadero”, tu alma, tu subconsciente o como quieras llamarlo, sabe mejor lo que TU realmente necesitas. Confía en él plenamente, acepta todo lo que te está pasando y verás cómo tu vida se irá a mejor.